El alimento está en nuestras vidas, o dicho de otro modo, nuestra vida depende del alimento.
Ahora bien, hoy día conviene preguntarse el grado de protagonismo que le otorgamos.
Lo que llevamos a la boca habla de cómo decidimos estar en el mundo, y éste puede significar más consciencia o justamente lo contrario. El alimento habla de nuestra relación con la naturaleza y desde la Revolución Industrial conviene que nos cuestionemos cómo de equilibrada y justa es esta relación. Me incomoda cada vez más ver como el desprecio y la falta de consideración que mostramos, individual o colectivamente, se refleja en los alimentos que disponemos en el plato. Y estos alimentos son un claro reflejo de nuestro más que cuestionable estilo de vida, y por ende de nuestra manera de pensar. También hablan del impacto que generamos a nuestro entorno. Las leyes de la naturaleza fueron menospreciadas creyendo que era posible su sometimiento a nuestros intereses monetarios, sin consideración alguna al impacto negativo que los procesos industriales generaron en nuestra salud y en la del planeta.
Ahora vivimos una nueva realidad y no sabemos si afrontarla o ignorarla. Durante demasiado tiempo creímos que la necesidad de actuar llegaría en un futuro distante que no nos competía. Sin embargo, ahora somos conscientes y testigos de que ese futuro es hoy y que somos nosotros quienes debemos responsabilizarnos por sembrar el futuro que deseamos para las próximas generaciones. Pero corremos el riesgo de no actuar por pensar que el futuro está demasiado lejos o que ya es demasiado complejo y tarde para hacerlo.
Pero tenemos una gran oportunidad que se alinea con una necesidad vital diaria, alimentarse. Y podemos dotar a este acto cotidiano de una mayor dimensión. Podemos cambiar nuestra manera de tomar decisiones y practicarlo a diario con lo que disponemos en el plato. No es una cuestión política, o si, también de interés económico o personal, pero ya da igual, es tarde para eso, tenemos que actuar. Debemos someter a escrutinio todo cuanto hacemos alrededor del alimento, como lo hacemos y qué impacto generan tales acciones. Debemos considerar su efecto, midiendo, anticipando y planificando estratégicamente nuestras acciones.
Los ámbito rurales son lugares privilegiados para comenzar esta nueva senda de pensamiento y acción. A pesar de que las decisiones urbanas en su propio beneficio y privilegio afectaron gravemente a la naturaleza de los entornos rurales, y aún así sigue siendo la brújula de un modo de vida y una identidad, es nuestro capital natural y la gestión que se hizo del mismo durante siglos el que asegura un futuro donde las próximas generaciones cocinen su porvenir.
Os invito a la nanoformación “La Alimentación como motor de regeneración territorial” organizada desde Rural Citizen y que tendrá lugar el próximo día 23 de octubre a las 17h. para descubrir cómo estamos haciéndolo en el territorio de A Mariña.
Aquí tienes toda la información para apuntarte 👇🏻
Sin duda, puede y debemos ponerlo en el centro de un modelo de vida más sostenible, inclusivo y social para nuestros territorios 🙏🏻